La herencia como impulsor de desigualdad
César Eduardo Gómez Hoyos
Joseph Stiglitz en su texto “Capitalismo Progresista”, publicado en el año 2019, manifiesta que existen muy pocas personas (generalmente varones) que poseen un peso económico similar al que tienen poblaciones como India y África juntas. Para Stiglitz, esto ocurre por lo que él denomina como ‘la tercera vía para hacerse rico’: la herencia.
La riqueza, los bienes, el dinero, la cuenta bancaria son un común denominador cuando nos referimos al acceso a las oportunidades de vida e influencia en la sociedad (Stiglitz; 2019). La particularidad de estos factores se debe a que quienes cuentan con las facilidades de tener o poseer renta, brindan, por ende, una mejor calidad de vida para su prole. Y esto, en teoría, no está mal; si alguien trabaja es para vivir mejor y que su familia también lo haga. Sin embargo, el quid del asunto se advierte cuando la tarta económica (Stiglitz; 2019) se distribuye de manera desigual y crea un aumento en la brecha social. Aquellas personas que nacen pobres, en consecuencia, tienen mayor dificultad para cambiar dicha condición, ya que históricamente ha quedado en manifiesto que la riqueza trasciende generaciones y de igual manera lo hace la pobreza, redundando en un ciclo interminable de desigualdades y problemas socio-económicos.
Stiglitz (2019) nos plantea el siguiente asunto: “Yo mismo suelo decir a mis estudiantes que solo tienen que tomar una decisión crucial en la vida: escoger el padre adecuado”. Esto nos permite visualizar de manera un poco cómica, que las expectativas para los que no nacieron en lo denominado coloquialmente como ‘cuna de oro’ pueden ser un poco desesperanzadoras. Claro está que existen casos de personas que salen de la pobreza o consiguen riqueza y escalan en la pirámide económica, pero son menos la excepción que la regla. Por eso cuando vemos un caso de alguien que creó empresa y que logró tener éxito desde cero, se vuelve noticia y es motivo de impresión. El sistema, además, coadyuva para fortalecer este tipo de situaciones incluso en el ámbito político: aquel candidato a un nivel de gobierno, no puede competir con sus oponentes si no posee una buena cantidad de dinero para invertir en su campaña electoral. Es ahí donde la política deviene en negocio: actores particulares toman parte de la responsabilidad económica para la campaña bajo sus condiciones y la de sus intereses si el candidato apoyado sale victorioso. Además, también existen candidatos cuyos apellidos son muy familiares entre la sociedad, debido a que sus ascendientes ya han participado en el proceso electoral y hacen parte de la tradición política, lo que les permite poseer riqueza y poder: los ejes del oficialismo convencional.
De esta manera, la desigualdad creciente (Stiglitz; 2019), tiene unas consecuencias prácticas en materia de división entre personas en términos de raza, etnia o género: los 3 puntos más afectados de la discriminación. No es secreto que en la cúpula de la economía se encuentran generalmente hombres blancos nacidos en una ciudad o sector importante de los países. Son pocas las personas o empresarias que pertenecen a una ‘minoría’ (término llamativo en igual medida) que han nacido en ciudades como Buenaventura , Valle del Cauca (Colombia), por ejemplo. Por el contrario, estas personas ubicadas en las regiones apartadas de las ciudades que orientan la vida económica del país, se encuentran sumergidas en una marginalidad territorial, lo que turba el desarrollo de una sociedad. Podemos hacer una analogía con respecto a lo que Stiglitz (2019) plantea de la siguiente manera:
“Surgía allí la imagen de una nación en la que afroamericanos se enfrentan a discriminaciones sistemáticas, a una educación y unas viviendas deficientes y una absoluta falta de oportunidades económicas” cuando expresó la situación de desigualdades entre razas en los Estados Unidos.
Como vemos, las economías actuales alrededor del mundo, se encuentran en una afronta con saber distribuir la riqueza de manera que todos los miembros de la sociedad tengan igual capacidad de oportunidades y opciones de salir adelante. Puede que los informes, estadísticas, datos y demás cuentas, nos muestre unas economías ascendentes y desarrolladas que dejan atrás la pobreza, pero el crecimiento económico, a diferencia del desarrollo, no es sinónimo de bienestar o de riqueza: un país puede tener un gran aumento en el PIB, pero sin verse reflejado en las condiciones de vida de sus habitantes, no significa mucho.
En suma, cuando no se tiene oportunidades, puede implicar que aquellos con padres pobres lleguen a estancar su desarrollo y, por ende, no logren explotar todo su potencial. En consecuencia, se advierte el desperdicio de recursos como el talento de los jóvenes (Stiglitz; 2019). O también la fuga de estos hacia el extranjero en busca de un incremento en sus condiciones de vida.
Referencias
STIGLITZ, J. E. (2020) Capitalismo progresista. La respuesta a la era del malestar. (Jaime Collyer, Trad. ). Editorial Taurus. (Trabajo original publicado en 2019)
Comentarios