Chismorrear: el verdadero punto de divergencia

César Eduardo Gómez Hoyos

A lo largo de la historia, en la cotidianidad se suele hablar acerca de un tema que no parece ser muy relevante a simple vista, y es acerca de qué nos hace diferente de los animales a nosotros los humanos, porqué somos superiores a ellos y ‘moldeamos’ el mundo y lo sometemos a nuestras necesidades (Bunge; 1959). Tan así, que incluso hemos domesticado animales y los convertimos en nuestra propiedad para satisfacer la necesidad de tener un acompañante. Como respuesta a estas cuestiones siempre escuchamos afirmaciones como ‘somos superiores porque podemos hablar entre nosotros’, ‘porque tenemos conciencia’, ‘porque conocemos qué significa la muerte’ y varias aseveraciones más en las que parece hemos olvidado que los animales también se comunican entre ellos, también identifican cuando han cometido un error e incluso temen ser lastimados o se cuidan al cruzar la calle por miedo de que un vehículo los arrolle, como en el caso de los perros, entre otros.

Para dar una respuesta un poco más precisa, Yuval Noah Harari, nos facilita lo que él denomina como ‘Teoría del Chismorreo’ en su libro “De animales a dioses”. Si bien la teoría del chismorreo se centra principalmente en que la diferencia o punto de divergencia entre animales y humanos está en el lenguaje, el enfoque no es el que escuchamos comúnmente, sino más bien un enfoque un poco más impopular o informal. Como ya se mencionó anteriormente, los animales también se comunican; como las abejas y las hormigas que se las ingenian para dar a conocer la ubicación de alimento (Harari; 2011). La verdadera razón por la que los humanos dominamos en cierta manera el resto del mundo de las especies, es por su “capacidad de transmitir información acerca de cosas que no existen en lo absoluto” (Harari; 2011) además de poder comunicarse más allá de lo necesario como lo hacen los animales cuando tienen hambre o sienten el peligro, y esto no se reduce a una actividad banal e improductiva del ser humano (que muchas veces sí ha llegado a ser), sino que se tiene que ver como la capacidad también de crear objetos que solo han existido en la cabeza de quien las inventó: libros producto de la imaginación de grandes autores, pinturas extraordinarias de artistas que retratan seres que jamás existieron, religiones ofreciendo un tipo de salvación cuando llegue la hora de morir, son creaciones que han favorecido el desarrollo del ser humano y, por lo tanto, su supervivencia como especie. Además, estas ficciones muchas veces se convierten en realidades que todos creemos y  nos hacen cooperar y organizarse en función de dicha ficción.(Harari; 2011).

Sin embargo, Harari (2011) manifiesta que incluso el chismorreo presenta límites, pues “la investigación sociológica ha demostrado que el máximo tamaño ‘natural’ de un grupo unido por el chismorreo es de unos 150 individuos” agrega, además que “la mayoría de personas no pueden conocer íntimamente a más de 150 seres humanos, ni chismorrear efectivamente con ellos” y es precisamente por esta razón que las ficciones son parte importante de la teoría, pues el umbral de 150 individuos se supera si una gran cantidad de personas coopera en función de uno o más mitos en común (Harari; 2011). Un claro ejemplo de situaciones o ficciones son los números. Un número no existe fuera de nuestro cerebro. Podemos llegar a encontrar 3 objetos domésticos, o podemos inventar una historia acerca de 3 gigantes con alas, pero nadie vio jamás un 3, un simple 3 (Bunge; 1959), pues no existen fuera de la idea que hemos creado. De esta manera, todos los seres humanos o la gran mayoría han utilizado los números para enumerar objetos o personas, para calcular, para comprender las relaciones entre hechos o situaciones y así lograr un cierto grado de organización, pero en realidad los números no existen, son ficción. Como este, podemos encontrar varios ejemplos más de situaciones ficticias que los humanos han instrumentalizado para poder relacionarse, confiar mutuamente, comunicarse y por lo tanto chismorrear tranquilamente sin que exista un cierto inconveniente, como la creencia en un dios, o alcanzar la felicidad; incluso el valor del dinero es un invento, pues su valor está dado por lo que se nos es permitido comprar con un billete, más no por lo que cueste producir el billete en realidad. Incluso este texto puede ser visto como chismorreo por su naturaleza y contenido ficticio en algunas partes.

Finalmente, cabe destacar que el chismorreo no es la única diferencia entre humanos y animales,, sino más bien la que más llama la atención, pues anatómicamente también existen diferencias, pero en lo esencial todas las especies cuentan con una manera de transportarse, tienen sentidos, excretan y todas realizan actividades de supervivencia. Sin embargo, la sola capacidad de crear y transmitir información sobre aquello inexistente ya genera un gran puente entre animales y humanos. 



Referencias


Bunge, M. (1959) Ciencia: su método y su filosofía, pp 11-14.


Harari, Y. N.(2011) De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, pp 35-39.

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