COMERCIO DEL PETROLEO EN COLOMBIA
¿Cuál es el impacto en la economía la
comercialización del petróleo?
Históricamente
en Colombia han ocurrido dos episodios claramente definidos con repuntes
significativos en la producción petrolera. Entre 1986 y 1999 la producción
nacional de petróleo pasó de menos de 200 mil a 815 mil barriles diarios, en
medio de importantes descubrimientos de yacimientos como el de Caño Limón en
1983 (1.250 millones de barriles) y el de Cusiana en 1989 (750 millones de
barriles).
Luego
de una considerable caída entre 2000 y 2003 hasta 541 mil barriles diarios, el
segundo episodio de alto crecimiento en la producción petrolera ocurrió entre
2009 y 2012 al llegar a un nivel de producción de un millón de barriles por
día, gracias a la conjunción de varios factores que incentivaron la inversión
en este sector como altos precios internacionales del crudo y la creación de la
ANH (Agencia Nacional de Hidrocarburos).
Al revisar el comportamiento de la actividad económica
nacional medida por el PIB (Producto Interno Bruto) a la luz de la evolución de
la producción nacional de petróleo, se destaca cómo antes de que el petróleo
fuera un renglón importante de la economía colombiana (1951 – 1985), el
crecimiento real promedio anual fue 4,8%. Entre tanto, durante el primer gran
incremento en la producción petrolera (1986 – 1999), el PIB creció a un promedio
anual de 4,1%, excluyendo el año de recesión (1999). Por último, el ritmo de
actividad económica alcanzó nuevamente 4,8% en el periodo comprendido entre
2004 y 2013, durante el cual hubo boom de inversión petrolera y aumentó,
nuevamente, la producción a máximos históricos.
De
esta forma, los responsables del crecimiento económico del país fueron hasta
finales de los setenta el sector agropecuario impulsado por el café y el sector
industrial, ampliamente protegido. No obstante, este modelo se fue agotando
hacia finales de la década del setenta y comienzos de los ochenta por un alto
crecimiento del gasto público y de la deuda externa. Al igual que otros países
de América Latina, aunque en menor grado, Colombia quedó inmersa en la famosa
década pérdida, aunque a partir de 1986 comenzó la producción de petróleo de
los yacimientos de Caño Limón, lo cual convirtió al país en exportador neto de
crudo.
Entre
1983 y 1990 el sector de explotación de minas y canteras logró un acelerado
ritmo de crecimiento (23,1% anual), de manera que la participación de este
dinámico sector en el PIB pasó de 2,2% a 7,3% en el mismo lapso. Luego dicha
participación se redujo a un promedio de 4,6% hasta el año 2003 para volver a
crecer paulatinamente hasta un nuevo máximo de 11.1% en 2011.
De
1991 a 1997 fue el sector de servicios sociales, comunales y personales, el
nuevo protagonista con una tasa de crecimiento promedio anual de 8,2% (doblando
el promedio del PIB), lo cual significó un fuerte impulso fiscal al crecimiento
económico. Tal dinamismo estuvo acompañado entre 1991 y 1995 por los sectores
construcción y financiero que alcanzaron tasas promedio de crecimiento de 8,8%
y 6,2%, respectivamente. Este repunte de la demanda interna dio cuenta del alto
endeudamiento, tanto privado como público, que terminó en una crisis
hipotecaria y financiera en la historia del país a finales de la década del
noventa.
Posterior
a la crisis de 1999, el sector protagónico ha sido el de construcción al
alcanzar un ritmo promedio de crecimiento anual de 8,0% entre 2001 y 2013,
aunque entre 2008 y 2011 fue superado por el sector de minas y canteras que
registró un fuerte dinamismo (11,4% anual), para luego desacelerarse a la
mitad. En consecuencia, el sector construcción pasó de representar el 3,7% del
PIB en 2001 al 8,8% en 2013, siendo el nivel máximo desde que hay cifras
anuales (1970).
Este
último periodo puede resumirse en dos fases: La primera pos recesión local
(2001 – 2008), con un impulso inicial del sector construcción para luego
observarse un crecimiento relativamente equilibrado de todos los sectores
económicos (con excepción del sector agropecuario) que duró hasta la gran
recesión en EE.UU. En la segunda fase (2009 – 2014) el sector minero jalonó la
actividad económica y se mantuvo el dinamismo del sector construcción, mientras
se ha dado un nuevo repunte del sector servicios sociales, comunales y
personales, pero los otros seis macro sectores han perdido continuamente
dinamismo.
Se dice que un
efecto que ya se está visualizando es la reducción en el nivel de ingresos del
Estado no sólo por cuenta de desplome de la renta petrolera, sino también por
el exiguo recaudo tributario asociado al gravamen de ésta actividad y las bajas
utilidades de Ecopetrol y las empresas donde el Gobierno tiene participación
accionaria y desarrollan actividades económicas en el sector minero-energético.
De la misma manera, se está
produciendo un incremento en el costo de bienes intermedios, finales y bienes
de capital que encarecen los costos de inversión así como el consumo de los
hogares. El efecto inflacionario, por su parte, está contribuyendo a la
depreciación del peso frente al dólar sobre el nivel de precios de la economía
colombiana (vía bienes transables).
Con la expectativa de menores
ingresos por tributación y renta petrolera, el gasto público tendrá que moderar
su crecimiento, generando una mayor restricción presupuestal por parte del
Gobierno. No obstante, debe tenerse en cuenta que en la última década, el gasto
público contribuyó en sólo 0.9% al crecimiento económico de Colombia; sólo un
recorte del 20% en el gasto público podría reducir máximo en 1% el crecimiento
económico. Al respecto Gómez (2014), considera que un ajuste fiscal pasaría por
el recorte a programas sociales lo que aumentaría el porcentaje de población
bajo condiciones de pobreza del 29% actual a 34% a 2016, que luego cedería
hasta ubicarse en 31% en 2020, lo que significaría perder 6 años al menos, en
términos de reducción de la pobreza.
En cuanto al flujo de inversión
extranjera directa (IED) asociada al sector minero-energético, esta
representaba a 2014 el 46% del total de los flujos de IED en Colombia. Su
reducción no sólo acentúa la depreciación del peso ante la expectativa de una
menor oferta de divisas, si no que implica efectos negativos en cuanto a
generación de empleo, recaudo tributario, productividad y transferencia de
conocimiento y tecnología, reduciendo el crecimiento potencial de la economía
(crecimiento económico de largo plazo).
Finalmente, el aumento del tipo
de cambio afecta las empresas y entidades del sector público con obligaciones
en moneda extranjera. En el caso del Gobierno Colombiano, el impacto es menor
por cuanto gran parte de las colocaciones de títulos tanto en el mercado
interno como externo se han hecho en pesos, lo que minimiza el riesgo
cambiario; por el lado del sector privado, el menor precio del dólar durante la
década anterior sumado a las bajas tasas de interés, estimuló el nivel de
endeudamiento. Así mismo, la depreciación del peso implica una reducción en
moneda doméstica de los activos, los cuáles se depreciarían en dólares,
reduciéndose potencialmente el valor de las empresas; éste hecho
desincentivaría la colocación de acciones para la consecución de recursos de
capital (apalancamiento operacional) y dificultaría la posibilidad de vender a
precios altos consistentes con la expectativa del Gobierno, parte o el total de
su participación bien sea en empresas estatales, o en empresas de capital
mixto.
Se puede concluir que el anterior
recuento es evidente que el café y el petróleo han sido vitales en la
generación de divisas, como fuente de financiación de otras actividades
económicas. A diferencia del proceso de industrialización que vivió el país con
el café hasta finales de los setenta, con la bonanza de recursos que han
llegado al país asociados a la actividad petrolera, se han beneficiado los
sectores de servicios (privados y públicos), pero con la indeseable
consecuencia de no haber logrado consolidarse como base para la innovación
tecnológica y el aumento de la productividad, dejando la economía nacional cada
vez más dependiente de los ciclos económicos internacionales.Por esta razón, es necesario seguir apostándole
al desarrollo de la industria de petróleo y gas para mantener la estabilidad macroeconómica
del país, al tiempo que se impulsan otros sectores económicos
que se complementan con las actividades de exploración, producción, transporte,
refinación y comercialización de hidrocarburos.
Autora:
Andrea Quinayás Narváez.
Bibliografía:
http://www.upme.gov.co/docs/cadena_petroleo_2004.pdf
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