¿El afán de lucro u obtener solamente lo necesario?
En nuestra sociedad actual el
afán de lucro se muestra (con frecuencia) como el verdadero motor del cambio.
Parece que todos los avances que se dan en ella responden a la iniciativa de
personas que buscan innovaciones que les permitan ganar más dinero y
enriquecerse. Quienes así piensan no se cansan de mostrar ejemplos que
pretenden demostrar que las personas cuyo único fin es enriquecerse son
aquellas que logran los grandes progresos de la humanidad y que en esa
insatisfacción por el tener más, son más imaginativas a la hora de aportar
bienes para la sociedad. Todo ello lleva a que exista una legitimación ética
del afán de lucro. Querer enriquecerse no solo se muestra como normal y como el
comportamiento racional desde el punto de vista económico, sino que se ensalza
socialmente a las personas que solamente buscan este objetivo poniéndolas como
ejemplo para el resto de la sociedad. El afán de lucro se convierte así en la
base sobre la que se asienta toda la organización económica actual.
Lo primero que hay que matizar
para profundizar un poco en este tema es diferenciar el afán de lucro con
obtener lo necesario para vivir. Aunque algunas personas (de manera interesada
o no) los confunden, no son lo mismo. Todos tenemos una tarea vital clara y
necesaria que es lograr los recursos suficientes para llevar una vida digna
nosotros y nuestra familia. Se trata de un afán que deriva de la vida digna y
que está recogido en la oración que Jesús nos dejó para dirigirnos al padre
“danos hoy nuestro pan de cada día”. Ahora bien, obtener lo necesario tiene un
límite, porque no necesitamos de todo para vivir dignamente, cuando llegamos a
unos determinados ingresos ya tenemos lo suficiente y no precisamos de más.
Esta es la diferencia esencial entre obtener los ingresos para la vida y el
afán de lucro. Este último es ilimitado, siempre queremos más, siempre ansiamos
incrementar nuestros ingresos. No es lo mismo, por tanto, el afán de las
personas que quieren obtener lo suficiente para llevar una vida digna que el
afán de lucro que es siempre ilimitado por definición y que no tiene límite y
busca tener más de lo necesario.
Hecha esta diferenciación tenemos
que refutar el argumento de los apologetas del afán de lucro. Por un lado no es
cierto que las personas que han realizado los grandes avances de nuestra
civilización hayan estado siempre impregnadas por el afán de lucro. ¿Creemos
acaso que avances como el fuego, la rueda, el papel, la penicilina, la máquina
de vapor… fueron realizados por personas que solo pensaban en enriquecerse
gracias a sus inventos? Es tan evidente que esto no fue así que a veces sonroja
pensar que hay alguien que sigue pensando que el afán de lucro es la única
motivación de las personas que desarrollaron estos avances. La gloria, el
orgullo, el solucionar un problema para mejorar algún trabajo, el servicio a
los demás para facilitarles o mejorarles la vida, el gusto de inventar por
inventar, querer ahorrarse esfuerzos utilizando una máquina o herramienta, la
vocación de investigar, etc. Son motivos que pueden llevar a algunas personas a
realizar avances en distintos campos útiles para la sociedad. Aquellos que
estamos en la Universidad vemos día tras día investigadores en muchos campos
que dedican su vida a buscar avances útiles para la sociedad y puedo asegurar
que no lo hacen por afán de lucro. Es más, con demasiada frecuencia están hasta
mal pagados… Hay que añadir a esto que al contrario, el afán de lucro lleva con
frecuencia a actuaciones negativas para la sociedad. No hay más que pensar en
la corrupción, las ilegalidades y los delitos cometidos por personas
impregnadas de afán de lucro. También podemos recordar como la última crisis
fue provocada por un sistema financiero que entró en una espiral de
enriquecimiento sin tener en cuenta los riesgos que suponía esta rueda
imparable del ganar siempre más.
“El cristianismo condena el afán
de lucro: Podemos encontrar condenas del afán de lucro tanto en el antiguo
testamento (especialmente en los libros sapienciales) como en el nuevo, en los
Santos Padres, en la Doctrina Social de la Iglesia y en toda la tradición
cristiana. Podríamos poner ejemplos múltiples para mostrar esta condena clara,
pero el espacio limitado del artículo me lleva a dar tan solo tres muestras del
porqué esta condena tan clara. La primera es que “Nadie puede estar al servicio
de dos amos, pues o odia a uno y ama al otro o apreciará a uno y despreciará al
otro. No podéis estar al servicio de Dios y el Dinero” (Mt. 6, 24). En este ejemplo
está la esencia del porqué de la condena del afán de lucro: porque deshumaniza,
porque hace que veamos a la otra persona como un medio para nuestro
enriquecimiento, que nos olvidemos de que la otra persona es imagen de Dios y
que querer a Dios implica dar importancia a nuestro prójimo y que este sea
nuestra prioridad. Por eso cuando Jesús le dice al joven rico que venda todo lo
que tiene y le siga, este se va entristecido ¿Cómo va a vender todo lo que
tiene si su seguridad está en ello? Defender lo que se tiene y querer tener más
se convierte en una prioridad ante la que las personas quedan a un lado “Qué
difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas” (Mc. 10,
23). Por eso Pablo de dice claramente a Timoteo “Los que buscan riquezas caen
en tentaciones, trampas y mil afanes absurdos y nocivos, que hunden a los
hombres en la perdición y la ruina. Porque la codicia es la raíz de todos los
males, y muchos, arrastrados por ella, se han apartado de la fe y se han
acarreado muchos sufrimientos” (Timoteo 1 6, 9-10). La codicia, que es un
sinónimo del afán de lucro, es la raíz de todos los males y nuestro sistema
económico está sustentado en ella. Por ello es urgente realizar un cambio de
paradigma que lleve a que nuestra economía se base en otros valores.”(Doctrina
social de la iglesia)
Bibliografía
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